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STEPHEN
DWOSKIN EL CINE COMO EXPERIENCIA PS�QUICA |
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De origen ruso, nacido en Brooklyn en 1939 y afincado en Londres, Stephen Dwoskin no pertenece a ning�n lugar. Inclasificable sin ser elitista, se trata de un cineasta singular porque siendo minusv�lido - lo que condiciona su modo de ver y filmar el mundo-supo compensar su minusval�a mediante una b�squeda constante de la forma, inspir�ndose en las experiencias de James Joyce en la literatura y de Steve Reich en la m�sica. En �l la paradoja se convierte en fuente de energ�a. Porque este hombre, que desciende de un f�rtil linaje (su abuelo, emigrante ruso, fue pintor y bailar�n y su padre, obrero, demostr� su talento en los �mbitos m�s diversos) habr� devuelto la fe en el cine a muchos de los que un d�a la perdieron. Una �nica pel�cula y todo vuelve a crecer. Para algunos la pel�cula es Trying to Kiss the Moon, eleg�a autobiogr�fica construida por films anteriores, pel�culas caseras paternas, fotos, planos anteriores y posteriores a la enfermedad, una profunda melancol�a. Pero �c�mo alcanzar lo inaccesible simbolizado por la Luna cuando se est� marcado por la polio desde los nueve a�os? Inv�lido, Stephen pasa su adolescencia en Nueva York de hospital en hospital, forjando por la fuerza del destino el sentido de la observaci�n a distancia. Despu�s, heredando la vitalidad de su abuelo que lo inici� a tiempo en la danza, aprende a mover su cuerpo al ritmo de las muletas. Tras una formaci�n de pintor y dise�ador publicitario gracias a la beca creada por Roosevelt, tambi�n minusv�lido, en 1964 consigue un puesto de profesor en el Royal College of Arts de Londres, dejando atr�s al movimiento underground que comenzaba a consolidarse con Warhol y Mekas. En sus primeras pel�culas, Dwoskin utiliza la c�mara para vencer su soledad, para comunicarse con el otro; La Mujer, evidentemente, objeto de deseo del hombre y encarnaci�n de su pulsi�n esc�pica. As� nacieron los primeros cortometrajes: Asleep, Alone, Chineese Checkers, Soliloquy, Jesus Blood... Si las mujeres tienen tal importancia en su obra es porque ellas forjaron su universo desde su nacimiento. Steve naci� con la guerra, -como le gusta recordar a su madre-, cuando los hombres partieron hacia el frente. Sus t�as tomaron el relevo, despu�s las enfermeras de blusas blancas y al final sus modelos, sus amantes, sus esposas, construyendo a su alrededor una fortaleza protectora. La pel�cula Dyn Amo, el m�s hipn�tico de sus largometrajes consigue un premio en el festival de Toulon en el a�o 1972 gracias a las mujeres, desamparadas por la apat�a de los hombres. En el miserable decorado de un local de strip-tease, inm�viles en posici�n de voyeurs, cinco hombres se divierten a costa de tres j�venes en una mezcla de ingenuidad y de aburrimiento, hasta que la c�mara arranca de la �ltima bailarina los signos implorantes de "s�lvese quien pueda". Inolvidable es la expresi�n de su rostro que se agrieta al ritmo de una musiquilla persistente compuesta por el genial Gavin Bryars. En el cine de Dwoskin, la comunicaci�n se convierte en una experiencia ps�quica. Un genio de la forma M�s dram�tica que la anterior, la pel�cula Behindert (Impedido) retrata la vida de pareja del autor con Carola Reigner. Sobre el rostro magn�ficamente esculpido de la actriz alemana desfilan sus emociones m�s profundas como si fuese una pantalla: a turnos seducida, molesta, inquieta, del desamparo a la repulsi�n pasando por la compasi�n. El exilio, la marginalidad, el sufrimiento, llevan al cineasta a dirigir su mirada hacia el exterior, rueda con el escarnio de un Chaplin, lig�ndose a las ni�as a pesar de las muletas. Outside in toma prestada la vena humor�stica dando la vuelta a las cosas. La pel�cula comienza con una escena de borrachos titubeantes que quieren a toda costa ayudar al realizador que permanece en el contracampo. En la misma l�nea, el cineasta muestra tanto los problemas sociales como el miedo de los otros frente a la minusval�a (Face of Our Fear) o el dolor (Pain is...) Nunca se insistir� lo suficiente cuando se afirma que el genio de Dwoskin brilla en la forma. Tras la agudeza de su mirada, el espect�culo m�s cotidiano de la vida, un cristal empa�ado sobre un fregadero, se transforma en objeto de celebraci�n. El ritmo ordena una est�tica fundada en las oscilaciones de la diferencia y la repetici�n que resuenan como un eco en sus or�genes desgarrados, en su cuerpo mutilado. Su c�mara, que siempre lleva en las manos como una protuberancia, resbala, tiembla o se fija en el objeto filmado hasta la angustia o la disoluci�n de �ste. M�s que los movimientos de c�mara o el gesto de los actores, empleados como modelos, el montaje (actividad milagrosa para el hombre inmovilizado) acapara toda su atenci�n. Las "variaciones" en el sentido musical del t�rmino tanto visuales como sonoras, trabajadas en tramas m�nimas como las fugas de Bach o las particiones de m�sica secuencial poseen un tono l�rico que raras veces se consigue en el cine. La cuarta mirada La fluidez del rodaje recuerda a Arthur P�l�chian o al v�deo creador Bill Viola; la intensidad de su relaci�n con el g�nero femenino, a Bergman o Fassbinder. Mujeres desnudas, desamparadas, sublimizadas por el ojo del pintor y fot�grafo que es; enamorado de los desnudos del gran Bill Brandt al que homenajea en un film de encargo, Shadow from Light. Mujeres desvestidas cuya desnudez otorga espacio a las habitaciones ya desnudas, cuya mirada insegura nos coloca en el lugar del voyeur por muy mal que nos haga sentir: "la cuarta mirada", la que mata, precisa Paul Willemen en su ensayo Looks and Frictions (British Film Institute Publishing). Pero fundamentalmente mujeres de rostros en transformaci�n cuyas sonrisas fascinan hasta el �xtasis sobre todo en sus �ltimos cortometrajes, Some Friends (apart), Lost Dreams, Dear Frances (homenaje a su �ltima compa�era, la pintora Frances Turner). Desde su larga hospitalizaci�n en el a�o 2000 debida a una grave neumon�a, Dwoskin se orienta hacia el pasado, la nostalgia, la muerte. Intoxicated by my Illness, inspirado en un libro de cabecera ep�nimo, abre el camino. En �l se distingue al cineasta en la unidad de cuidados intensivos, entubado, en una especie de coma como el soldado desmoralizado de Johnny cogi� su fusil de Dalton Trumbo. Un estado desesperado que sus amigos tuvieron el coraje de rodar y que Dwoskin utiliza a continuaci�n para traducir el surgimiento de la conciencia mediante un juego de sobreimpresiones de alto voltaje. En Another Time (tiempo que pertenece a otra especie, entre la vida y la muerte) utiliza el mismo procedimiento: sombras que pasan, que aparecen tras la puerta, susurran y se inclinan en un raudal de ternura y de recuerdos mientras que en el techo la pintura se agrieta. Gracias al soporte digital, el realizador-montador, trabaja la imagen como un pintor sus pinturas, fraccionando los planos estir�ndolos hasta la obtenci�n de un grano en copos, hasta el l�mite palpable, incorporando aqu� y all� fragmentos de pel�culas de su padre, suyas o de sus amigos, conservadas cuidadosamente, para conseguir un material de una extrema fluidez. En el homenaje a su padre, Dad, Stephen evoca adem�s la personalidad de aquel que le transmiti� el gusto por la belleza. Entre los dos, la �smosis es evidente. El coraz�n se encoge viendo al padre y al ni�o jugando en la cama bajo las s�banas. El adulto, riendo despreocupado, lanza por los aires el cuerpecito, lo recoge por los pelos y lo vuelve a lanzar. El ralent� descifra el movimiento, transform�ndolo en una fatalidad (recuerda a la escena de la ca�da de la hamaca de Trying to Kiss the Moon). De este balanceo inseguro nace un extra�o presentimiento, una especie de premonici�n que en otro plano, la escritura de Georges Bataille, autor fetiche de Dwoskin, se transforma en algo maravilloso a trav�s de la figura del ox�moron, figura de estilo que congela extra�amente la acci�n como si la fatalidad esperase su hora. Autor: Maureen Loiret Publicaci�n: Cahiers du Cin�ma. Junio 2004 Sitio web: www.cahiersducinema,com Traducci�n: E.B.
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